La verdad es que hoy he pasado el día más horrible de toda mi existencia. Esta mañana me he levantado tan tranquila, me ducho con agua calentita, pues a esas horas hace frío.
Miro a Raúl desde los pies de la cama y me enternece verle dormido como un bebé.
Me visto deprisa y salgo de casa para ir a trabajar, eso un día normal, cuando llego todo es un caos, pero no va conmigo.
No es que, no me influyan las desgracias de los demás, pero con este trabajo que yo tengo, hay que aprender a desconectar.
Algo pasa, pienso, algo malo, pues no es normal que a uno le llamen para presentarse urgentemente, a no ser que se haya cometido un error grave, o algo peor.
Llego con el corazón en un puño, colorada como un tomate por el carrerón que me he pegado, sudando como un pollo, y con la carne de gallina, por el temor a lo que no se.
Sólo mirarla se que ha ocurrido algo. Y también se a quién.
Me dice cuando se calma un poco, que mi padre está en la UVI, una angina de pecho le ha roto por dentro, el dolor era tan grande que sentía como su pecho podía salirse de su cuerpo.
Cuando entro en la habitación llena de aparatos, para controlar su estado, le miro, él también lleno de tubos pero consciente, me mira. Intenta sonreír y lo consigue, yo le devuelvo la sonrisa, aunque por dentro esté desarmada, vacía, asustada y deseando que termine el día para despertar de esta pesadilla.
Me acerco a su cama, le cojo la mano y se la beso, él me aprieta fuerte todavía le quedan fuerzas y con sus ganas de vivir seguro que sale de esta.
Le dejo descansar una enfermera me echa de la habitación, cosa que entiendo y me voy, no sin antes mirarle y decirle con mis ojos tristes, casi llorosos, pero no del todo para no asustarle más, que va a salir bien, que dentro de poco estará comiendo como a él le gusta, disfrutando de su mujer y de sus dos hijos, llenando de vida todos los lugares por donde pasa y gozando de todo como solo él sabe.
Ahora estoy en mi sofá con una taza calentita de té, antes de irme a la cama, llamaré a Raúl, necesito oír su voz.