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junio 13, 2011

EL ADIÓS A UNA PERRITA



Cuando nació, era tan pequeñita, que cabía en una mano. Los morros arrugados, hacían de su cara un cuadro de Dalí.


Fue creciendo, aunque seguía siendo chiquitita, fuerte carácter, cabezona y muy juguetona.


El regalo perfecto que dio alegría a una familia.


Al cabo de esos años felices que pasó junto a ellos, su salud fue empeorando, llegando a ser insoportable.


Sus lloros encogían el corazón, su mal humor por los dolores era aún peor. Pero ella seguía jugando con la pelota sin parar.


Hasta que ya no pudo más. Dejó de comer, no se movía y su cuerpo se deterioraba tan deprisa como pasa un tren.
Sus dueños no tuvieron más remedio que terminar con su sufrimiento, haciendo de tripas corazón, para poner fin a tal agonía.


Ahora les tocaba sufrir a ellos, llorar y ver como algo que quieres con el alma, desaparece de tu lado para siempre.


Pero seguro que estará en buenas manos, jugando donde quiera que esté, gruñendo cuando no quiere ser molestada, tumbándose boca arriba para que la acaricies...


Ya descansa, aunque todos los que la queríamos, estemos sufriendo porque ya no está.