Hoy le he cosido una brecha de cuatro centímetros a un niño de diez años.
Lo hago a menudo, pero hoy ha sido diferente. Ese niño tenía los ojos perdidos, sin vida, con miedo. Su rostro no decía nada y de su boca tampoco palabra alguna.
Le he dado una chuchería de esas con forma de coche de carreras, a todos los niños les encanta, él lo ha mirado sin cambio en su expresión y se lo ha metido en el bolsillo de su pantalón.
Su madre llora, realmente no se porque, me temo que la brecha ha sido cosa de ella y el niño la observa de reojo. Su miedo traspasa la habitación y la histeria de la madre inunda el hospital. Hemos tenido que llamar a seguridad.
Rápidamente nos ponemos con el protocolo en estos casos. La madre no volverá a ponerle la mano encima a esta criatura. Ella lo niega todo como es normal, pero el historial del niño es evidente.
Hoy he hablado con el cien veces su voz me relaja cuando estoy nerviosa o disgustada, me hace reír y todo lo malo desaparece como el humo.
Esta noche cenaremos pollo a la plancha, una ensalada y no hablaremos de nada. Haremos el amor hasta las tantas.
Me encanta el sexo con él. Siento sus manos como recorren mi cuerpo, haciendo que se me ponga la piel de gallina.
Sus besos son suaves que se vuelven mas intensos según nos vamos poniendo caliente.
Me abraza, me chupa y me mueve acompasadamente. Cuando está dentro de mi, siento que estoy en otro mundo, en un sitio limpio, cálido y vuelo, me elevo hacia las nubes recorriendo el cielo azul con los ojos cerrados, sintiendo la brisa en mi cuerpo desnudo y placenteramente me dejo llevar.
Nos corremos al mismo tiempo, cansados y sudando nos abrazamos, tumbados uno junto al otro, con una sonrisa en la boca.
Nos miramos y volvemos a besarnos cogidos de la mano nos quedamos dormidos.
Antes de que acabe mi turno volveré a llamarle, necesito oír su voz.
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