Desde que Iván se encontraba en casa, Laura iba a la residencia más a menudo.
Ya casi había cogido el ritmo, otra vez.
Jaime la observaba de lejos, le encantaba verla así de animada, contenta y concentrada, ni siquiera se daba cuenta de que la estaba mirando.
Se la veía disfrutar con lo que hacía, mantener conversaciones con los resientes, ayudarles y preocuparse por ellos, eran cosas que sabía hacer muy bien.Ya casi había cogido el ritmo, otra vez.
Jaime la observaba de lejos, le encantaba verla así de animada, contenta y concentrada, ni siquiera se daba cuenta de que la estaba mirando.
Todo eso se reflejaba en todos esos rostros arrugados por el tiempo, miradas tristes, que pedían gritando en silencio, algo de atención y comprensión, sentir que todavía alguien les escucha.
Estaban encantados de que Laura estuviera por allí, la habían echado de menos.
Jaime fue a ayudarla con un anciano que pesaba demasiado, Laura no podía con él.
- Deja que te ayude.
Colocaron los dos como pudieron al anciano y salieron de la habitación.
- ¿Has terminado, Jaime? - Le preguntó Laura.
- Sí. Ahora me voy a comer. ¿Quieres venir conmigo? - Le dijo él tímido.
Laura se quedó pensativa, su corazón le pedía a gritos que la llevara lejos, por otro lado su razón le decía que no.
Hizo caso a lo que su corazón le dijo.
Se sentaron en una mesa cerca de la ventana, la luz iluminaba sus ojos, con el vino que los dos tomaban la comida les estaba sentando demasiado bien.
Salieron del restaurante, bastante animados por el alcohol y la compañía, se les veía tan bien juntos y así se sentían bien.
Era de noche, la luz del atardecer se había ido ya, y la noche caía sobre sus rostros, dentro del coche y en penumbra, Jaime miró a Laura, tenía los carrillos sonrosados, le brillaban los ojos color miel, estaba tan guapa, que Jaime no pudo resistirse, se acercó a ella y la cogió entre sus fuertes brazos, Laura sintió el calor de su cuerpo cerro los ojos y se dejó llevar.
CONTINUARA...
Estaban encantados de que Laura estuviera por allí, la habían echado de menos.
Jaime fue a ayudarla con un anciano que pesaba demasiado, Laura no podía con él.
- Deja que te ayude.
Colocaron los dos como pudieron al anciano y salieron de la habitación.
- ¿Has terminado, Jaime? - Le preguntó Laura.
- Sí. Ahora me voy a comer. ¿Quieres venir conmigo? - Le dijo él tímido.
Laura se quedó pensativa, su corazón le pedía a gritos que la llevara lejos, por otro lado su razón le decía que no.
Hizo caso a lo que su corazón le dijo.
Se sentaron en una mesa cerca de la ventana, la luz iluminaba sus ojos, con el vino que los dos tomaban la comida les estaba sentando demasiado bien.
Salieron del restaurante, bastante animados por el alcohol y la compañía, se les veía tan bien juntos y así se sentían bien.
Era de noche, la luz del atardecer se había ido ya, y la noche caía sobre sus rostros, dentro del coche y en penumbra, Jaime miró a Laura, tenía los carrillos sonrosados, le brillaban los ojos color miel, estaba tan guapa, que Jaime no pudo resistirse, se acercó a ella y la cogió entre sus fuertes brazos, Laura sintió el calor de su cuerpo cerro los ojos y se dejó llevar.
CONTINUARA...
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