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marzo 11, 2010

ENTRE DOS MUNDOS SEGUNDA PARTE


En su despacho, triste y desesperado, empezó a llorar como un niño. Sus lágrimas no paraban de salir de los ojos resbalando por sus mejillas encendidas por la rabia, la angustia y la impotencia que sentía ante tal situación.
¿Cómo podía hacer para que nadie saliera herido? Parecía imposible, pues en esos casos siempre sufre alguien, pero tenía que armarse de valor, ser fuerte por una vez en su vida, ya que siempre había estado huyendo de todo y de todos. Eso se terminó. Debía ser fuerte disfrutar y decirle al mundo quien era. Eso es lo que iba hacer. Esa misma noche lo haría.
Algo dentro de él cambió y como si se hubiese quitado un peso de encima, la culpa desapareció por un instante, se sentía más libre, después del valor que había sacado de no se sabe donde, ahora quedaba lo peor decírselo a ella.

Allí estaba él, sentado en su sofá preferido, mirando al vacío esperando que su mujer, a la que iba a destrozar la vida, entrara por la puerta lo antes posible, mucho antes de que se arrepintiera, pues no estaba nada seguro de lo que iba hacer.
por fin entro. Siempre sonreía, deseando llegar a casa para estar con su adorado marido. Ajena a todo.
El la miró con los ojos rojos por el llanto, y ella le devolvió la mirada, su rostro cambió de repente y la sonrisa con la que había entrado se disipó para siempre.

Sus lágrimas escocían en sus ojos, su corazón estaba roto cuando le vio cruzar esa puerta con las maletas que tantas veces ella le había preparado, se llevó con él su alma entera.
Intentando asimilar todo lo que le había contado, no podía, le dolía el estomago, no podía ver con claridad, estaba confusa y triste, pero sobretodo, enfurecida, le había estado engañando todos estos años, realmente no le conocía y eso la desconcertaba.
Se había quedado sola, no sabía estar así. Le había perdido para siempre.
Retumbaban en su cabeza las frases, que mientras la miraba a los ojos ella escuchaba con horror, con dolor, perpleja por lo que estaba oyendo.
El estaba enamorado de otra persona, le era infiel con otro hombre, palabras que quemaron, como el fuego quema un bosque. Cuando las escucho se quedó petrificada mirándole con incredulidad, rabia, odio y rencor. Sentimientos que hacia él nunca había sentido. Se le nublaba la vista, desapareció en ella, todo atisbo de cordura, corriendo, sin saber lo que hacia, cogió el primer bote de pastillas que encontró.

Mientras en otro lugar se encontraban ellos, abrazados como dos adolescentes, experimentando por primera vez, su amor libre juntos, sin ataduras, sin saber que la culpa jamás desaparecería de sus vidas.

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