La veo
entrar, siempre a la misma hora. Los ojos enrojecidos, quizás por el
llanto, me parten
el corazón, que me late a mil por hora cuando traspasa la puerta del
local y camina
hacía mi.
Sus
andares, son como a cámara lenta, suaves pero firmes. Hasta que
llega a la barra, donde yo
la espero en silencio. Me da tiempo a observar lo elegante que es,
sexy, enigmática
y deseable.
Se
sienta despacio, con cuidado, sus ojos buscan los míos sin verme y
le pongo lo de siempre.
La barra
es el abismo entre los dos, esta barra de bar que construí con mis
propias manos,
lleva dos años separándome de ella.
Saca un
cigarrillo del bolso que fuma mientras, se bebe uno tras otro, los
martinis que le preparo,
con el mismo empeño que le prepararía un coctel de amor.
Entretanto,
pongo copas, clientes que se apoyan en la barra del bar, esperando
sus bebidas,
sin mas interés que el que me paguen sus copas.
A ella
la observo de lejos, la miro de reojo sin querer que se me escape
ninguno de sus preciosos
movimientos, que atormentan mi retina, por no poder estar a su lado.
Coge de
la barra su copa y absorbe el líquido que hay en ella, la vibración
de sus pulseras en su
muñeca, despiertan en mi la necesidad de acercarme, pero no lo hago.
Pienso
en el misterio que ella esconde, entonces fantaseo y sueño con sus
labios, con sus
caricias.
La subo
encima de la barra del bar, allí entre copas y líquido pegado,
beso sus carnosos
labios con pasión.
La poseo
con cuidado, oigo sus jadeos y noto sus caricias, la amo hasta la
locura.
Estos
dos años, yo detrás de esta barra, ella al otro lado, sin conocer
su olor, sin saber de su
vida, sin poder tocarla, hacen que quiera romper la madera con mis
propias manos.
Sólo
puedo averiguar como es, en mi imaginación, en mi mente,
contemplarla detrás de esta
barra, desearla con sigilo, secretamente y con desesperación.
Los ojos
casi se me salen de sus cuencas, tengo que sujetar el corazón que
quiere escapar
de su cavidad, el pulso bombea la sangre de mis venas y se me hincha
la
yugular.
Me
acerco a ella y mis brazos se posan en la barra, delante de su
rostro, que parece sonreír.
Su voz todavía resuena en mis oídos, melodiosa, dejando que sus
acordes se acomoden
en mis tímpanos.
La barra
del bar parece mas estrecha ahora que antes, me fijo en la madera,
brillante, suave,
cuidada.
Noto
como sus manos cálidas tocan mi antebrazo, se me eriza el bello. Se
levanta y se coloca
encima de la barra. Acaricio su mejilla, no se si es real o me lo
estoy inventando, percibo
entre mis dedos, su piel, el calor que desprende. Es real.
Acerca
sus labios a los míos y me besa.
Salto de
la barra al otro lado donde está ella, la agarro del brazo y sin
mirar atrás dejo esa pringosa
barra, llena de copas, que tantos años me han separado de ella.